martes, 17 de noviembre de 2009

EN PAZ...

Hoy, que es el cumpleaños de mi hermana
dejo las esperanza en paz por un momento.
Digo adiós al pasado y saludo al presente.
Despido los miedos, los temores y las nostalgias,
y doy la bienvenida al aire y al sol.

Hoy, que es el cumpleaños de mi hermana
retomo convicciones de vida,
agradezco al Padre y al Hijo
y camino con la frente en alto, respirando sin afán.

Hoy, que es el cumpleaños de mi hermana
vuelvo a descubrir colores y aromas,
me divierto y río, disfruto el día y la noche,
y resisto como el tornado, aquello injusto y de nuevo injusto.

Hoy saludo a mi hermana en su cumpleaños
¡feliz cumpleaños hermana mía!
y hoy también saludos el regreso del viento,
que vuelve a encumbrarme, por los cielos y sobre las nubes.
Hoy dejo las eperanzas en paz,
porque no necesito perseguirlas.
Siempre han estado aquí.



escrito el 4 de noviembre del 2009

martes, 27 de octubre de 2009

MICROCUENTO


El vagabundo despertó una vez más entre botellas y cartones. Su pelo estaba reseco y almidonado, como siempre. Después de desayunar aire y restos de ron barato, habló con el doctor para saber si su alcoholismo tenía remedio. El doctor le dijo que sí. Que había que comenzar por la fuerza de voluntad, por las ganas de salir del problema. Con un buen baño su cabello se recuperaría y con un par de semanas sin ron barato ni nada de alcohol, olvidaría esas ganas incontenibles de beber. Era un buen doctor. Humano y comprensivo, y conocía bien su historia. Conocía su pasado y su presente, y sabía que una pena de amor, y el recuerdo de una mujer malvada, podían destruir la carrera de un médico, y hacerlo convertirse en un triste vagabundo.

miércoles, 16 de septiembre de 2009

TITÍ


Tití me seguía a todas partes
Comía de mi mano
y dejaba que acariciara su cuello
Su suave plumaje era como seda
y cuando corría y cacareaba
alegraba un poco
mis mañanas y mis tardes
Cada vez que me veía
se acercaba y esperaba
algunos granos de mi mano generosa.

La última vez que la vi
estaba dividida en varios trozos
Cada uno dentro de un plato de humeante caldo
sobre la mesa
Fue el mismo día en que mi querida tía,
su dueña y asesina,
le había estirado el pescuezo
sin avisarme
Nunca más volví a probar
la cazuela de ave.

miércoles, 9 de septiembre de 2009

De la Nueva Trova Nacimentana... con aires de Rock...


Marco Martínez es una mezcla de música, poesía, y amor a la naturaleza. Sus melodías hermosas y letras sugerentes hacen viajar al oído por escuelas diversas de música conciente. De sus proyectos anteriores, de los que sobresalen bandas como Waitecas, con sus sones de reggae progresivo y rock ecológico, quedan sus aires de bosque y mística plasmados ahora en su voz solista y su guitarra de trovador, aunque no se siente parte de la trova.

Como reflejo de sus propias melancolías y añoranzas que fluyen desde las raíces mismas de la tierra y de los paisajes de su pueblo natal, Nacimiento, su canto social, crítico y conciente invade el espíritu del oyente dejando un aire de inquietud, de búsqueda, pero a la vez de paz y esperanza.

Su proyecto “Cuatro”, cuatro temas grabados a cuatro cuerdas en los estudios “344” de Los Ángeles, se enmarca en una época actual de este cantautor siempre inquieto y en búsqueda permanente de sonidos, melodías y palabras que complazcan su alma de músico y ambientalista.

Un trabajo con toques de tierra, lluvia, profundidad y sentimientos, que deja a la espera de nuevas expresiones y manifiestos, los que pueden ser, en alguna medida, descubiertos en sus presentaciones en vivo, donde además recurre a viejos clásicos de su repertorio que a muchos nos hace bien escuchar, aunque sea lejos del formato de banda y sin esos bajos y baterías que alguna vez nos dieron un golpe de tierra.


por Maulén (César Espinoza)

viernes, 17 de julio de 2009

EL FANTASMA DE JUAN GARCÍA


Todos los años, en Junio, en el mismo lugar donde desapareció Juanito, la gente se juntaba para honrar su memoria. Ese domingo estaba nublado y corría esa fría brisa marina que levantaba los cabellos. Toda la playa se contagiaba de nostalgia y algunos, incluso, mojaban sus descalzos pies con las pequeñas olas que se desintegraban en la orilla. Hace cuatro años que en aquella playa de Penco pasaba lo mismo. Los familiares más cercanos lloraban, los amigos y compañeros del liceo miraban con tristeza hacia el horizonte, como recordando. Algunos escribían su nombre en la playa, otros lanzaban flores al mar, otros hasta rezaban. Dicen que hace milagros, pero Juanito no recuerda haber hecho nada. Él seguía en ese lugar, invisible y flotante. Y se sentía bien en Junio, cuando lo visitaban.


Ese día, la gente sintió su presencia. Tal vez porque Juanito cumpliría 21 años, tal vez, porque a cuatro años de partir ya lo extrañaban demasiado, o tal vez porque los vecinos decían que él había sanado el cáncer de don Moncho, que tenía el depósito de vinos en la esquina de su casa. Juanito estaba contento porque don Moncho se sanó, pero no recordaba haber intervenido. Comenzó a llover, y las gotas de la lluvia se mezclaban con las lágrimas de los deudos. Se sentía una presencia en el aire, se respiraba algo raro, algunos sintieron miedo.


Los ex compañeros de curso comenzaron a ponerse nerviosos y se acordaban de aquella noche, en la casa de Marcela, cuando finalizó la fiesta y bajaron a la playa. Era la primera vez que Juan García bebía, y ellos lo habían inducido a hacerlo. Jamás pensaron que su compañero se embriagaría tanto, y menos que esto haría que escaparan de su interior todas sus angustias, rabias y penas. Nadie sabía que Juan García sufría depresiones y esas cosas. Nadie sabía que iba al médico y que tomaba pastillas. Remedios y alcohol: mala combinación.


La lluvia y el viento aumentaron. El cielo se oscureció casi tenebrosamente y el mar se enfureció. Los viejos hablaban de milagros y manifestaciones, los jóvenes temían algún castigo divino. Pensaban que eran culpables, que si no fuera por ellos, Juan García no se habría tirado al mar esa noche, hace cuatro años. La tormenta se apoderó de aquella playa de Penco, y todos subieron al pueblo, escapando; algunos de la lluvia, otros de los recuerdos.


Pero Juanito no le deseaba mal a nadie. A él tampoco le agradaba la lluvia ni el viento. No sabía porqué había dejado el mundo, tampoco por qué no podía ir a otro lugar. Pero se sentía bien, aunque muy solo. Y le gustaba que llegara Junio, todos los años, y que lo fueran a visitar, en esa playa de Penco.

martes, 23 de junio de 2009

Rogativa indirecta...


"EN CHILE SE ESTÁ DEJANDO DE LADO A LAS NUEVAS GENERACIONES. ¿CUÁLES SON LOS BOSQUES, LOS RÍOS, LOS PECES, LAS FLORES, LOS PÁJAROS QUE CONOCERÁN NUESTROS HIJOS Y SUS HIJOS?


Elicura Chihuailaf

miércoles, 22 de abril de 2009

UN LUGAR, MUCHAS NOSTALGIAS

El olor nauseabundo emanado por las industrias revolvía mi estomago mientras un nudo de rabia y pena apretaba fuertemente mi garganta. No hacía más de 15 minutos que había dejado a mi novia en su casa, y que nos habíamos despedido para siempre. La Av. Lautaro entera había sido testigo de nuestro rompimiento; algo nos dividió irreconciliablemente y no logro saber qué fue. En otras ocasiones, luego de dejarla en su hogar y despedirnos con un beso y un suspiro cargado de dicha y proyecciones futuras, yo me internaba en las poblaciones para caminar y recorrer barrios desconocidos y ajenos, pero que sin embargo me aportaban una sensación agradable, de descubrimiento, de identidad, de sentimiento popular. Muchas veces encontraba caminos de tierra y piedra, que me hacían sentir alguien del pueblo, alguien con historia. De hecho, cuando el viejo puente aún cruzaba el Vergara, yo seguía ese camino y cruzaba el río caminando sobre esas viejas tablas repletas de memoria, que me llevaban a las faldas del Fuerte, donde tomaba el rumbo a mi casa. Ahora el puente no estaba, y yo tampoco tenía ganas de recorrer poblaciones ni de sentirme parte de nada. Sólo quería irme, no sé adónde, supongo que a mi hogar. Necesitaba salir pronto de ese lugar en donde hace poco había visto un rostro hermoso como siempre pero triste como nunca. Ya no había sido un beso el que sellaba una despedida rutinaria; ahora el suspiro había sido amargo y cargado de desdicha. El adiós era irreconciliable y sus lágrimas me perseguían como un atormentador fantasma. Salí a la carretera, como buscando el camino más corto, o como siguiendo inconcientemente un deseo de, quizás, terminar entre las ruedas y el asfalto de una vez con mi tristeza.


Una nube negra salía a mi encuentro, proveniente de las gigantescas chimeneas del parque industrial. Responsables del progreso y del crecimiento, esas moles también aportaban con contaminación y desagradables molestias, que en ese momento me parecían infinitas. Me hubiera gustado que una lluvia química y ácida hubiera caído desde aquella nube de humo sobre mí en ese momento, para desaparecerme de la faz de la tierra. Pero seguía ahí, caminando, con el llanto contenido y avanzando rápidamente mirando al suelo. No quería ver a nadie. No quería toparme con nadie conocido, con nadie que pudiera legar a esperar algún saludo de mi parte. Sólo caminaba. Al llegar al puente de cemento miré al río. Miles de pensamientos pasaban por mi mente. Ya no era solo ella, era todo y todos. Siempre había algo que impedía mi felicidad. Aunque crecí feliz junto a los otros niños de la calle O’Higgins, aunque gané concursos de poesía en la vieja escuela de madera de la E-1027, aunque sacaba excelentes notas en el C-68, siempre había algo que oprimía mi corazón. Ahora que esperaba ser feliz con ella, algo pasó y se me vinieron al recuerdo todas esas miradas de odio, de rechazo, de sarcasmo, que trataban de opacar en mi memoria a las caricias de mi familia y a los afectos de mis amigos.


Enredado con mis cavilaciones crucé el puente y seguí caminando. Debía doblar a la derecha para ir a mi casa, pero por alguna razón seguí caminando hacia el frente. Las hojas podridas del otoño se hundían bajo mis pies, sobre un pavimento incapaz de soportar los embates del barro y la lluvia que desmoronaban el padrón de tierra colindante a la vereda. Crucé Aníbal Pinto y El Palqui, crucé el Hospital y Alessandri, y no me detuve hasta llegar a la Alonso. Pero no era suficiente. Mi soliloquio seguía y mi caminar también. Eran las dos de la tarde y una brisa me llamaba. Los recuerdos, los lamentos, las alegrías pasadas me acompañaban en aquel viaje hacia ningún lado. De vez en cuando un camión me hacía levantar la vista, ya que el temor inconciente de terminar aplastado por los pesados troncos que llevaba como carga me obligaban a fijarme por donde iba. La vida, la muerte, la maldad, el destino de la especie humana habían reemplazado en mi pensamiento al llanto de mi ex novia. Ya no sufría por amor ni por mi mismo. Ahora un existencialismo desgarrador flotaba en mi conciencia.


Así, sin darme cuenta, caminé kilómetros. Tiuques y treiles pasaban por el cielo y yo deseaba ser como ellos. Libre y ajeno a la miseria de la razón humana. Casi no noté todos aquellos sitios que alguna vez albergaron mis veranos y que pasaban en mi camino. Ahora estaban abandonados, esperando nuevas épocas estivales que los hicieran revivir. Y llegué al Nicodahue, sabiendo de repente que en ese lugar debía parar. Era como si el tiempo no transcurriera, como si las estaciones no avanzaran y una brisa cálida me invitó a bajar a esas playas de arena blanca. Me quité los zapatos y caminé. Nadie más había ahí, pero no me sentía solo. Cientos de recuerdos invadían mi memoria. Mi niñez, mi adolescencia, todas las etapas de mi vida habían pasado por ese lugar. Mi familia, mis amigos, todos habían pisado esa misma arena alguna vez acompañándome. Por eso era tan importante para mí. La nostalgia se apoderó de todo mi ser y lloré. Lavé mi rostro con el agua de aquel río y caminé buscando la playa que hay unos cuantos metros hacia arriba. Y entonces lo vi. Aquel tronco de sauce, con el que me encontraba año tras año desde mi infancia, seguía ahí, encallado en medio del río sobre aquel banco de arena de siempre. Y cruzando las delgadas aguas que por alguna razón seguían siendo cálidas y bajas, me senté una vez más sobre su añosa madera.


Ahí, sentado en medio del río, sobre el tronco del recuerdo y de la esperanza, pensé en mi pasado, visualicé mi futuro, recordé a amigos que ya no están, imaginé la vida en compañía de mi hermano muerto hace tantos años. Mientras un extraño sol veraniego quemaba mi piel y me colocaba en un estado de somnolencia reflexiva, incapaz de moverme y solo pensando, algunos pájaros me sobrevolaron y una fresca y agradable brisa pasó por mi rostro. Contemplé el hermoso color verde de los árboles que me rodeaban, el intenso azul del cielo, y la tranquilidad de las aguas que corrían brillantes y transparentes. La naturaleza me acompañaba y me sentí parte de ella. Cerré los ojos. El sonido del agua me hizo pensar en lo realmente importante. La belleza, la vida, la omnipresencia de Dios. Yo estaba ahí, casi como en trance, sintiendo el poder de la madre tierra que tocaba mis hombros, como saludando de un apretón de manos a la percepción inmensa. Pensé en la poesía, en la frescura del aire que purificaba mi interior, en la música del agua, del viento sobre las hojas de los árboles, de las aves, de los insectos. En la esperanza.
Abrí los ojos y el mundo seguía ahí. Tal cual. Hermoso y listo para seguir entregándome sus frutos, y yo me di cuenta que nada era tan terrible. El futuro me pertenecía y no debía temer.


Estaba curado. La magia de un lugar que yo amaba, que me era mío y que me impregnaba su esencia, al que yo pertenecía como cada grano de arena, como cada madera sobre la playa, como cada ave y cada árbol, me había salvado y me había mostrado el poder de la tierra, el poder de nuestras raíces. Gracias Dios, por llevarme a ese eterno lugar.

viernes, 17 de abril de 2009

DESESPERADA DECLARACIÓN DE AMOR


Una angustia carcome mi interior
Mi cerebro se oprime y se derrite
Ya no se qué hacer con este secreto
Es hora que lo sepas, tú, la misma.

Tú, que sueñas con esos seres de colores
No estás tan sola como piensas
Estoy cerca, muy cerca
Y te quiero, niña estúpida
Tal vez no llegues a saberlo
Tal vez no lo llegues a entender
No te preocupes
También hay cosas que yo no entiendo
No entiendo a Hegel, por ejemplo
Apenas entiendo lo que otros dicen de él.
Pero ese es otro cuento
Lo que importa es que te quiero
Qué me importa que suene cursi
Ninguna verdad es indigna.

Te quiero niña estúpida
A pesar de tu indiferencia
Quizá por ello te quiero más aún.

Te quiero niña estúpida
Entiendes lo que te digo?
Al diablo con la doble contingencia
Te estoy diciendo que te quiero.

Mi alma ya no me pertenece
Mi mente se ha ligado a lo que tú haces
Mi vida ya no es mía, no
Mi corazón ahora es tuyo y no lo sabes
Te quiero, te quiero, te quiero
Lo grito al mundo en estas líneas
Te quiero, de verdad, a ti
Aunque nunca logres entenderlo.




2000

viernes, 30 de enero de 2009