jueves, 30 de octubre de 2008

ESCRITO EL 2005


El mes de noviembre marca el inicio del final de un año. Es como si comenzáramos a respirar el último aliento antes del fin, antes de dejar atrás y enterrar lo pasado, antes de empezar de nuevo, más renovados, con más energía, pensando en hacerlo mejor. ¿Qué cosas no hicimos, qué cosas hicimos mal, que hubiéramos podido hacer mejor, qué errores cometimos? Muchos asuntos se nos vienen a la cabeza con respecto a lo ya vivido y a lo poco que queda para el término de un calendario más. Reflexionamos acerca de las cosas buenas y malas que nos pasaron en los 10 meses anteriores, pero con la convicción de que aún queda un poco de tiempo como para corregir algún error o para hacer algo nuevo, con la intención de que al llegar a la noche de año nuevo la carga del año que termina sea finalmente más positiva que negativa.


En lo personal, tomando en cuenta mi extremadamente cíclica existencia, noviembre representa la plenitud de la primavera en el sur del mundo, estación del año que siempre trae consigo un ambiente de tranquilidad y armonía, y que de alguna forma calma y apacigua mi, a veces, tormentoso espíritu. Agosto es el mes que deja atrás la oscuridad del invierno, el mes del cambio y de la renovación de la vida y los nuevos brotes en los árboles. Septiembre trae consigo la alegría en nuestro entorno y la aparición de las flores. Octubre es la consolidación de la primavera, y sus aires renuevan el alma y el corazón. Noviembre es la cumbre, y la antesala de una temporada de mayor relajo y tranquilidad, y también de mucho calor (demasiado tal vez para este próximo verano). En estos meses reinan en mí la paz y la esperanza en tiempos mejores, y trato de disfrutarlos. Para eso dimos una dura pelea y queremos saborear la victoria.


Bendiciones para todos, hermanos y hermanas. CARPE DIEM!